Selva pedemontana

(yungas, subtropical y tropical)

Las Yungas o selvas de las laderas orientales de los Andes son una intrusión amazónica en el noroeste argentino. Nacen a los 400 m y alcanzan los 3.000 m.s.n.m. con un clima cálido y húmedo, estación seca en el invierno, intensas precipitaciones estivales y, en la parte más elevada, nevadas durante los fríos. Estas selvas de montaña, conforman pisos altitudinales con una exquisita variedad de flora y fauna, constituyendo, a la vez que una de las regiones de mayor biodiversidad en Argentina, uno de los sistemas más frágiles y amenazados por la acción del hombre. La industria maderera, las plantaciones, la extracción de petróleo, la caza deportiva y el ganado advenedizo, son las causas principales de su riesgo.

Este territorio, perteneciente al ambiente subtropical y tropical de la Selva Tucumano-oranense, en las Sierras Subandinas, además de estar habitada por pueblos chaqueños que dejaron su hábitat, está poblada por los ahora autodenominados ava guaraní (chiriguano), chané y tapiete.

Son agricultores que complementan su economía con caza y recolección. En la actualidad, muchos de sus integrantes realizan tareas temporarias en fincas, empresas e inclusive en dependencias estatales. El idioma de estos tres pueblos, a pesar de su diferente origen es el guaraní andinizado (chiriguano). La lengua de los chané, el arawák, se considera desaparecida y las únicas palabras supervivientes, se manifiestan en los cantos, en grave riesgo de desaparición. Por el largo contacto con los ava guaraníes, adoptaron su lengua a la vez que aportaron otros elementos formando lo que para algunos investigadores es el complejo cultural chiriguano-chané. En el caso de los tapiete, muchos investigadores consideran que son un pueblo chaquense guaranizado. La Iglesia Católica, en la actualidad más permisiva que otras que llegaron posteriormente, evangelizó estas comunidades por lo que conservan parte de su ceremonial y de su antigua música instrumental, la que se hace presente con gran vigor durante el Arete Guazu, (Nuestro Verdadero Tiempo), el tiempo de la primera cosecha del maíz, la principal festividad agraria de los pueblos mencionados.

(Ver en "más info" Pimpim o Arete: el Verdadero Tiempo"). Link para linkear a revista:https://www.argentina-indigena.org/publicaciones/157-pim-pim-o-arete-el-verdadero-tiempo

POBLADORES DE LAS SELVAS

Eran el gusano y la magnolia, la liana y el roble recuperándose desde la voracidad de algún incendio. Eran el cebil y la orquídea, el tucán y el pecarí en medio del sudor espeso, esperando la lluvia. Eran los pájaros graníferos, migrantes invernales desde los chacos y altos pastizales para comer sus semillas. Más arriba, la nubo-selva inventaba espesuras fantasmales y alimentaba de humedad las hojas perennes. Más alto aún, más allá de las nubes, los pastizales y las queñoas imitaban a los Andes.

A pie, por los senderitos, gentes de dulce idioma cultivaban su maicito, su zapallo, y esperaban el tiempo en que florezca el taperigua para hacer sus máscaras.

Transcurría aún la América innombrada.

Pero llegó su nombre y hace un siglo y medio, otras gentes. Los nobles árboles maderables, de más de treinta metros de altura, temblaron… Para ellos se extendía con brillo de refucilo el fin de los tiempos. El hacha impía se clavaba en sus carnes y su resistencia feroz, sin lucha, caía vencida espantando en el estrépito a los pájaros y a las añas*.
Primero llegó el agrio sabor de la caña de azúcar talando y ganando espacios de cultivo para ganar fortunas, entre ellas algunas de las más “respetables” de Argentina (si cabe alguna redención, a los ingenios los redimió el canto. Ellos, los que mantenían las fogatas en la morada imperfecta de la tierra, fueron capaces de cantar en medio del infierno de la caña: desarraigo, más heladas, más soles trepidantes, más espalda doblada menos paga miserable. Los guaraníes esperaban el momento de volver a caminar hacia la tierra sin mal. Los pueblos chaqueños hacia la esperanza).
Entre otros avances de los tiempos hace pocos años llega y llega la soja, declinando territorios infinitos ante la demanda de los chinos y sus cerdos.

A la par, café, tabaco, y cítricos de exportación precisando madera para cajones.

El yaguareté y el cedro, el mono y el cebil; el palo blanco y el águila; el laurel y el atajacaminos; el caimán y la queñoa; la tusca y la mariposa; el musgo y el batracio; los helechos y el puma; el liquen y la pava del monte; la iguana y el manantial, el dorado y el patí; el ocelote y el roble; los loros habladores y el hombre silencioso, antes de ser despenados, miraron por última vez el avance de la civilización.

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