Perteneciente al Gran Chaco (Brasil, Bolivia, Paraguay y Argentina) que en Argentina abarca territorios de las provincias de Salta, Formosa, Chaco, Santiago del Estero, Santa Fe y Córdoba.
En esta región, en Argentina, habitan desde hace miles de años, los pueblos: wichi-mataco, chorote costero, chorote montaraz, chulupí o nivaklé, toba o qom, pilagá y mocoví.
Tradicionalmente son cazadores, pescadores y recolectores; viven en aldeas o comunidades, sin que su situación de tierras se haya resuelto.
Muchos integrantes de estos pueblos, en la provincia de Salta, por ejemplo, han migrado a los alrededores de ciudades como Tartagal y Embarcación.
Su economía y su cultura están en grave situación de riesgo, ante el avance de los desmontes y la frontera agropecuaria, la desvalorización, el desconocimiento, el asistencialismo y la falta de una política de visibilización de estos pueblos, por parte de la sociedad nacional.
El proyecto Argentina Indígena, desde hace casi cuatro décadas, realiza una tarea de recuperación, revitalización y difusión de su música y de su cultura en general, habiéndose incorporado en distintos momentos de su labor, un programa de microemprendimientos productivos.
Gran Chaco
En el Gran Chaco, Sudamérica extiende su abundancia, plana, salitrosa y verde a través de 1.500.000 Kmts cuadrados. En Argentina, más de la mitad de su territorio, alberga desde épocas remotas a multitud de pueblos que sobrevivieron cazando, pescando, recolectando en su monte y en sus ríos fecundos. Así, las gentes Wichi-Mataco, Chorote Costero, Chorote Montaraz, Chulupí o Nivaklé, Toba o Qom, Pilagá y Mocoví como también los más selváticos Chiriguanos, Chané y Tapiete, trashumaron o desarrollaron su agricultura incipiente, conservando su exuberancia de especies durante miles de años.
Los andinos denominaron “chacu” a un sistema de cacería. Por su abundancia de caza heredó su nombre el territorio que va desde el paralelo 16º S en Bolivia, su límite norte. El Chaco o Gran Chaco se dilata entonces por Argentina, Bolivia, Paraguay y hasta Brasil llegando al paralelo 30ºS en la provincia de Córdoba.
Los ríos Bermejo y Pilcomayo, lo atraviesan cambiando de cauce, formando albardones como islas y anegando los madrejones, recuerdo de antiguos cauces. Así, se fundan humedales, esteros, bañados, dejando la huida y hondonadas salpicadas de otra vida después de cada inundación. Las lluvias, estivales hasta avanzado el otoño, marcan un tiempo distinto en que los caminos se cortan y los tajos de la tierra agrietada por las secas, se tragan ávidas las aguas para amasarse con ellas después y ser barro, pegajoso y resbaladizo, que atraca los pies de gentes, animales y vehículos, a veces hasta asfixiarlos, hasta engullirlos o paralizarlos en nombre del pantano.
Si el invierno pone su manto de hojas secas y el tierral ahoga los pájaros y las hierbas, en el sur de Bolivia hasta llega con alguna nevada y en regiones aledañas al Paraguay puede bajar de cero grado. En tanto, al otro lado del ciclo, en Argentina, las lenguas de fuego del verano suben los 50 grados derribando las aves y proliferando en insectos. Si en el tiempo de las lluvias las crecientes difunden su casa confiscando espacios al monte y a la gente, descuajando hasta los árboles añosos y estableciendo nuevas colonias de boas y yacarés, el invierno, con sus secas, se traga los cauces, mientras la corriente enlentecida, deja y deja sedimentos que se acumulan como la resignación de la gente. Los deshechos mineros y cloacales contaminan y los desvíos artificiales empobrecen los gigantes. El limo se subleva, toma el cauce y se aposenta, engullendo las aguas hasta llegar a veces a ser el ojo de la calamidad que transforma el agua rodante en extenuados brazos y en un olor espeso de peces y carpinchos muertos, mientras los cielos sangrantes se guardan sus lágrimas hasta el verano.*
*Texto en cursiva Silvia Barrios
Santiago del Estero 1444
4400 Salta - Argentina
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